Julián Romero: El Héroe de las Hazañas y Leyenda del Siglo XVI de Torrejoncillo del Rey
Julián Romero, apodado «El de las Hazañas», nació en 1518 en Torrejoncillo del Rey, Cuenca, en el seno de una humilde familia de campesinos hidalgos. A pesar de sus orígenes modestos, su vida fue la encarnación del ascenso militar por mérito propio, convirtiéndose en una de las figuras más icónicas de los Tercios españoles del siglo XVI y uno de los más famosos soldados de Flandes. Su trayectoria, marcada por el coraje, la destreza en el campo de batalla y el liderazgo, lo llevó a ocupar posiciones de gran responsabilidad y a ganar un lugar en la historia como un héroe indiscutido.
Romero inició su carrera militar a los 16 años como mozo de atambor en el ejército español. Su valentía y arrojo pronto lo llevaron a ascender en las filas, participando en campañas en Italia y bajo las órdenes de Felipe de Cervellón en la toma de Túnez en 1535. Tras sus primeros años en el servicio de España, Julián sirvió como mercenario en el ejército de Enrique VIII de Inglaterra, siendo armado caballero por sus hazañas en batallas en Escocia y la toma de Boulogne. Sin embargo, decidió volver al servicio de su señor natural, el emperador Carlos V, al no querer seguir luchando para un monarca «hereje».
A su regreso a España, Julián Romero continuó ganando fama y reconocimiento por su habilidad militar, especialmente durante la batalla de San Quintín en 1557, donde fue herido en una pierna, dejándole cojo de por vida, pero no deteniendo su ascenso. Felipe II lo nombró maestre de campo, y bajo su mando, los tercios españoles lograron importantes victorias en Flandes, consolidando la dominación española en la región. Participó en numerosas batallas, como Gravelinas y el asedio de Mons, donde su destreza y valor lo convirtieron en una leyenda viviente entre sus compañeros.
A lo largo de su carrera, Romero demostró una notable capacidad de liderazgo, infundiendo valor a sus tropas incluso en las situaciones más adversas. Sufrió varias heridas en combate, llegando a perder un ojo en el asedio de Haarlem en 1572. Sin embargo, su espíritu indomable nunca flaqueó, y continuó siendo una figura clave en las campañas de los tercios españoles, ya fuera en los campos de batalla de Flandes o en misiones de pacificación bajo el mando de gobernadores como el duque de Alba y Luis de Requesens.
Además de su destreza militar, Julián Romero obtuvo el reconocimiento de Felipe II con el hábito de Santiago en 1558, un logro que reafirmó su nobleza y méritos, a pesar de los desafíos que enfrentó para obtenerlo debido a su origen campesino. Su vida también estuvo marcada por su servicio en Italia, Malta y Sicilia, donde comandó una compañía y fue pieza clave en la defensa de territorios españoles frente al avance turco.
Julián Romero falleció el 13 de octubre de 1577 en Solero, Italia, mientras conducía a sus hombres de regreso a Flandes. Su muerte, repentina y sobre su caballo, selló el fin de una era de gloria para los tercios españoles. Sin embargo, su legado perdura. Lope de Vega le dedicó una obra teatral, Julián Romero, y su figura fue inmortalizada en el arte por El Greco, quien lo incluyó en uno de sus cuadros como símbolo de una generación de caballeros españoles.
El mito de Julián Romero trascendió las fronteras de España, inspirando a autores como Brantôme y perpetuando su imagen de soldado valiente, jactancioso y leal, que simboliza el espíritu indomable de los tercios españoles en la historia.
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