Volver a lo simple

Todo va cada vez mas rápido, los logros se miden en términos de productividad y éxito profesional, la mental ha quedado relegada a un segundo plano. Nos encontramos inmersos en una que valora el hacer constante, donde el descanso se percibe como un lujo y no como una necesidad, y donde el “no parar” se convierte en una medalla de honor.

La pandemia, que aún deja huellas en nuestra sociedad, nos dio un respiro momentáneo y obligado en el ritmo frenético de nuestras vidas. Durante un tiempo, vimos cómo se ponía en el centro la importancia del bienestar emocional, el cuidado propio y la necesidad de desconectar. Pero, ¿qué ha pasado con esa reflexión ahora que hemos vuelto a la normalidad? ¿Estamos realmente cuidando de nuestra salud mental o hemos caído de nuevo en la trampa de la hiperproductividad?

Los datos dan el reflejo de lo que vivimos. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los trastornos de ansiedad y depresión han aumentado significativamente en los últimos años, afectando a personas de todas las edades y condiciones sociales. Pero no son solo las cifras lo que debería preocuparnos; es la normalización de sentirnos constantemente abrumados, estresados y agotados. La idea de que si no estamos al borde del colapso, no estamos esforzándonos lo suficiente.

Necesitamos un cambio de mentalidad a nivel individual y colectivo que nos permita reconocer que la vida no es solo trabajar y producir. Necesitamos tiempo para desconectar, para reconectar con nosotros mismos, con nuestras familias, con nuestros amigos y con aquello que realmente nos hace felices.

En este contexto, los pequeños pueblos juegan un papel fundamental como refugios de tranquilidad y desconexión. Uno de ellos es el nuestro, Torrubia, donde el tiempo parece detenerse, donde el ruido se apaga. La suerte de contar con un pueblo al que escapar, aunque sea por un fin de semana, es un privilegio que a menudo damos por sentado. Es en nuestro rincón alejados del bullicio urbano donde podemos reencontrarnos con nosotros mismos, respirar hondo y recordar que la vida no siempre tiene que ir a toda prisa. Es un regalo tener un espacio donde la prisa desaparece y se impone el valor de lo sencillo: una charla con los vecinos o un paseo por caminos.

En Torrubia, redescubrimos que la verdadera riqueza no está en lo que acumulamos, sino en esos momentos simples y auténticos que nos devuelven la paz y nos recuerdan quiénes somos.

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